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06 Set2016

La poeta argentina Ana Arzoumanian reflexiona sobre “PROOÉMIUM MORTIS”, Premio Copé Bronce de Poesía 2015

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“nada nunca fue tan abierto”

¿Qué del rigor mortis en “Prooémium mortis”?

Contra la rigidez de la muerte, el “Prooémium” busca una metáfora entre las metáforas. Ese mudarse que es el movimiento del metaforizar. Veinticuatro veces, busca. Culminando con un “miserere nobis”, un apiádate. No un ruego, un ten piedad. Un Señor, de “ahorcarse los brazos de tanta carestía”, una palabra para que la vida sea historia. Y que la vida sea historia, consolaría. Porque en el momento de ir en contra de la rigidez (del muerto), el poeta se defiende, se mantiene a distancia. Orando. Con veinticuatro oraciones que son pruebas, que son ensayos.

“¿Dónde pongo estas piedras medianeras?”, dice, y las entrega. Escribe sobre las piedras que pone al borde, en el límite, en esa frontera. Y lo que escribe es la medianera misma. No un muro. Renato Sandoval inicia un tiempo, como aquel momento cuando la ley era poesía. De manera tal que el poema deviene un ensayo sobre la legalidad del decir poético. Perdidas las escenas de la poesía como lazo que hiciera una comunidad, “Prooémium mortis” escribe en el acto mismo de la forma un ensayo sobre la “poiesis” como texto legal. Quiere, en su impérium, decir: sí, dios existe. Que sería lo mismo que decir: sí, el poema es ley. Y se desajusta de la muerte y se mueve. “Eppur si mouve”, dice el lector; y una nueva era comienza. Momento en que la poesía se consolida como un reparto (al moverse) y distribuye potencias e impotencias y, en esa distribución, busca su “diké”, su justo decir. De cuando el poema era ley, de cuando la ley era un poema; ese es su Dios. Hacia allí va Prooémium, y por eso lucha contra la Muerte.

“Ni siquiera la alondra ve lo abierto”, dice Heidegger. El que ve lo abierto con todos los ojos es el animal que se opone al hombre, cuyos ojos están como invertidos y puestos como trampas en torno a él. Mientras que el hombre está de frente y no accede al puro espacio del afuera, el animal se mueve en lo abierto, en “niemals, Nirgends ohne Nicht” (nunca en ningún lado sin no) . La Octava Elegía de Rilke donde nunca lo puro, lo sin custodia, lo que se respira y se sale infinitamente y no se ansía; siempre el mundo. Solo habrá un atisbo de lo abierto en la infancia, o en la muerte, cuando se mira absorto hacia afuera, quizás con esa mirada animal. Luego a los amantes se les revela, como por descuido, hasta que el otro obstruye la mirada. “Esto se llama Destino: estar en frente, y nada más que esto, siempre en frente”, escribe Rilke.

Si Renato Sandoval escribe una ley, es en esa transgresión de aquello que Rilke nombra como “mundo”, en ese tiempo donde lo abierto perturba la mirada, disuelve al otro, destierra “quizás apenas el trote en falso de las corzas que vuelven a casa desde el destierro”. Pero es un muerto el que vuelve, una pasión. Así “un muerto, sí, es una pasión”. Una pasión que no pide, no demanda una salvación a ninguna señora, ninguna abogada nuestra. El Salve de “un puro ajuste de cuentas con su tinta”.

El poeta escribe desde un estremecimiento sin redención, desde un aturdimiento animal como si fuera esa mariposa nocturna que se deja quemar por la llama que la atrae. Esa expropiación del cuerpo, ese tiempo sin eternidad linda con cierto desasosiego; pero no, la oración que ruega (el “ora pro nobis”) se conjuga con el “deus in nobis”. Dios está en el poeta. Esa es la delectación.

La noción de “delectación morosa” de los doctores de la Iglesia alude a las costumbres (de: mores, demora, retraso). Como el retraso causa inquietud, el término significaba extrañeza, singularidad, pena. Aquí, en el poema, un gusto por cierta duración que causa una extrañeza. De eso se trata: los veinticuatro modos se demoran en hablar sobre la duración.  Un durar que es el tiempo de la palabra. Allí la verdadera transgresión “en tu palabra, es decir, en tu silencio”. El poeta escribe ese torbellino para demorar un decir que prefigure el silencio, o ¿cómo decir el silencio de manera que no sea callando? Otra vez el animal se acerca al ardor, la mariposa aletea y se dice “yo también soy submarino de la luz”, rebasando así la experiencia de un subsuelo, esta vez marino. Renato Sandoval traduce el confín exasperado de lo que vive, un más acá que funda ya no una vida, sino una muerte “una palabra, una palabra tuya /  y la vida será historia”.

ANA ARZOUMANIAN